
Si hay algún territorio en el mundo donde el olivo tenga unas raíces más antiguas en la historia ese es Palestina. Desde hace más de 4.000 años está datada la presencia en estos territorios de olivos, que durante muchos siglos han sido una de las principales fuentes de sustento de miles de familias sobre todo en Cisjordania y su grasa principal para cocinar. Un territorio en el que unas 100.000 familias cultivan sus explotaciones de olivar y que cuenta con una producción media, según datos del COI, de unas 24.500 toneladas de aceite de oliva anuales. En una campaña media, los molinos de Palestina exportan unas 6.500 toneladas, principalmente a países cercanos. Palestina forma parte del Consejo Oleícola Internacional desde abril del 2017, tras comenzar las negociaciones en el año 2013.
Los territorios ocupados por Israel en territorio palestino cuentan con unos 270 molinos de aceite, muchos de ellos que siguen trabajando de forma muy rudimentaria. Incluso en los últimos años, varias ONGs internacionales han apoyado la plantación de más de 50.000 nuevos olivos en varios municipios de la zona. Pero todo cambio el pasado 7 de octubre, tras el asesinato y secuestro de cientos de israelíes por parte de la organización Hamas en territorio de Israel que ha provocado la respuesta bélica indiscriminada del ejército de Israel sobre la población palestina tanto de la franja de Gaza como de Cisjordania. Un conflicto permanente que ha provocado ya miles de muertos y la destrucción de decenas de miles de casas, y provocado la evacuación de cientos de miles de palestinos.
Dicha respuesta bélica por parte de Israel está utilizando el olivo como un arma de guerra contra los palestinos. Directamente a través del propio ejército como a través de los colonos y milicianos que hasta ahora convivían en los territorios ocupados con los palestinos. En muchos casos, prohibiendo o dificultando en esta campaña la recolección de la aceituna y también incluso con la quema o tala de los propios olivos, muchos de ellos centenarios.
Las organizaciones palestinas han asegurado que la cosecha en esta campaña no llegará ni al 50% de un año normal, quedándose por debajo de las 12.000 toneladas. Un golpe muy duro para las economías locales de miles de familias de localidades como Jerusalén, Tubas, Salfit, Belén, Hebrón o Tulkarem. Hay que tener en cuenta que la industria oleícola supone entorno al 25% de los ingresos de la actividad agrícola en los territorios ocupados de Palestina. Siendo un elemento clave en el autoconsumo de la dieta de diaria de los hogares palestinos.
La mayor parte del cultivo de olivar en Palestina se concentra en la denominada Zona C, la mayor de las tres zonas en las que se dividió Cisjordania desde los acuerdos de Oslo de la década de 1990. Según dichos acuerdos, la Autoridad Palestina en encargaba de la administración de las las zonas A y B, mientras que la zona C debía “devolverse progresivamente a los palestinos”. La realidad es que incluso antes del ataque del 7 de octubre de Hamas, dicha zona C que comprende casi el 70% del territorio de Cisjordania, seguía bajo el control absoluto del ejército de Israel acompañada de la expansión de nuevos asentamientos de colonos israelíes que ha tratado de anexionarse también explotaciones de olivar.