La productividad económica por agua empleada en el olivar se ha triplicado en los últimos años

  

Las últimas lluvias de finales del 2023 no han conseguido asegurar la campaña de riego (ni tan siquiera la de consumo humano) en cientos de miles de hectáreas. El regadío se ha convertido en la viga que sostiene gran parte del sector agrario y agroalimentario español, entre ellos el del olivar, aunque con múltiples interrogantes por resolver.

Es lo que trata de conseguir un nuevo libro, “Regadío y seguridad alimentaria: la situación en España”, coordinado por los profesores Jaime Lamo de Espinosa y Alberto Garrido y editado por Cajamar Caja Rural. “El regadío español ha evolucionado en muchos aspectos entre 2004 y 2021. Aunque los datos estadísticos no son homogéneos y mucho menos exactos, puede observarse que ha aumentado la superficie de regadío, pero disminuido el consumo de agua (sin contar la reducción de los retornos producidos) de manera absoluta y por hectárea. Ha cambiado la técnica de riego; y con ello también ha crecido la superficie de olivar, viñedo, frutales no cítricos y frutos secos. El incremento del riego ha tenido lugar sobre todo en Andalucía, Castilla-La Mancha, Extremadura y en menor medida en Aragón, Cataluña y Castilla y León”, aseguran los autores.

El cambio de modelos en los sistemas de cultivo, en los que el olivar es uno de los mejores ejemplos con el superintensivo y en seto, ha provocado grandes cambios en el riego. “Asociada a esta transformación en el ámbito de la explotación, la modernización de regadíos la ha acompañado y estimulado, permitiendo un mayor control del agua y, por ende, el desarrollo de cultivos que lo requieren, para obtener productos de mayor calidad y una mejora en la calidad de vida de los productores. No es circunstancial que hayan sido el olivar, el viñedo y los frutales no cítricos (para fruta fresca y fruto seco) los cultivos que representan más del 90 % del aumento del regadío, con ligeros descensos de hortalizas, tubérculos, industriales, leguminosas y forrajeras”, asegura el estudio.

El libro muestra cómo el uso del agua por gravedad ha disminuido significativamente entre 2005 y 2018, fundamentalmente por el descenso de superficie regada mediante esta técnica. Durante este periodo de tiempo, el consumo por gravedad ha disminuido en 2.667 hm3, mientras que el uso de agua de tipo localizado y aspersión ha aumentado en 1.408 hm3 y 249 hm3, respectivamente. Hasta 2013 el volumen de agua utilizado por gravedad era superior al de riego localizado. Esa tendencia se invierte en 2014 y continua hasta 2018, donde el volumen de agua usada por riego localizado fue de 6.267 hm3, superior al de riego por gravedad de 5.107 hm3.

Los herbáceos son con diferencia el grupo de cultivo que más agua consume en España, seguido de los frutales y las patatas y hortalizas. Desde 2004 el consumo de agua de los herbáceos ha aumentado, situándose en 8.465 hm3 en 2018 (el 55 % de toda el agua utilizada para regadío). Por el contrario, los frutales y el olivar y viñedo han reducido notablemente su consumo de agua, especialmente a partir de 2010, cuando se acelera la implementación de los riegos de precisión. El consumo en olivar y viñedo ha descendido un 55 % (1.451 hm3) y en frutales un 21 % (657 hm3).

Por último, cabe mencionar que otros estudios recientes también han analizado la productividad física y la productividad económica del agua. La productividad física del agua se refiere a la producción obtenida por unidad de agua empleada y la productividad económica al valor del producto por unidad de agua. Variaciones más positivas se observan en los frutales y, sobre todo, en olivar y viñedo. Ambos grupos han aumentado significativamente su productividad, especialmente la económica. Los frutales han incrementado la productividad física de 3 kg/m3 a 4,2 kg/m3 y la económica de 2,2 euros/m3 a 4,6 euros/m3.

En olivar y viñedo estos incrementos han sido incluso mayores. Este grupo ha pasado de ser el de menor productividad física, con 1,3 kg/m3, al segundo con la productividad más alta (5 kg/m3). Además, la productividad económica del olivar y viñedo se ha triplicado en los últimos años (entre 2005-2010, la productividad osciló en torno a 2 euros/m3 y en 2016 alcanzó los 6 euros/m3). Según apunta Bardají et al. (2022), la puesta en marcha de regadíos intensivos y superintensivos y el desarrollo de estrategias de riego deficitario ha sido clave para impulsar el aumento de productividad en los leñosos (olivar, viñedo, frutales).


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