
Hace pocos días, un olivarero de los de toda la vida, nos reconocía que este año había dejado sin coger dos pequeños olivares que lleva desde hace años. La pasada campaña le tentó la idea pero en esta no ha tenido ya ninguna duda. “Si dejo las aceitunas en el árbol para los pájaros al menos no pierdo dinero”, nos comentaba. Este año cada 1.000 kilos de aceituna de sus olivares tradicional, algunos de ellos en presierra, le ha reportado 350 euros. “Ponte a sumar los jornales de recogido, la gasolina del tractor, de los sopladores y de los vibradores, más los jornales de la poda, de quitar los mamones, los abonos y los productos contra las plagas. ¿Y qué te queda?”.
Su situación, desgraciadamente, es extensible a otros muchos miles de pequeños olivareros que aunque no tienen su principal vía de ingresos del olivar, sí lo tenían siempre como una vía de ingresos complementaria. Ahora, con los precios de la aceituna para almazara cada vez más alejados por término medio de la frontera de los 50 céntimos por kilo, cada vez resulta más difícil cuadrar las cuentas. Y surge de nuevo el fantasma del olivar abandonado, que según diversos cálculos puede alcanzar en diferente grado las 100.000 hectáreas en toda España. Además, la coyuntura de menores rendimientos medios extensible a casi todas las zonas olivareras tampoco ha ayudado a alegrar los precios.
Una situación agravada por la Pandemia del Covid-19, con una población propietaria de los olivares envejecida y sin relevo natural familiar, que ve como ni tan siquiera dando los arriendos a dos terceras partes consigue que agricultores más jóvenes de su zona se interesen por sus olivos. Una situación dramática la de ver olivos que llevan dando fruto y cosechándose muchas décadas comenzando su abandono: sin quitar los mamones, sin podar, sin limpiar el vuelo, sin abonar, sin protegerlos de las plagas… Lo saben bien los almacenistas de productos fitosanitarios de las zonas olivareras que han visto reducirse sus ventas sensiblemente en los últimos tres años justo a la par que menguaban los ingresos de sus clientes.
Muchos olivareros tenían ciertas esperanzas en esta campaña 2020/2021 ante las buenas cifras de comercialización, especialmente las de exportación pero también las de virgen extra en el mercado doméstico. Unido sobre todo a la menor producción prevista en los países productores del Arco Mediterráneo, desde Italia a Túnez. Incluso la gran mayoría de las cooperativas oleícolas comenzaron la recolección antes de lo habitual, buscando mejores precios por aceites más frescos.
La nueva campaña comenzó con precios interesantes, ante la falta de virgen extra de calidad en las bodegas, que poco a poco, con la entrada de las grandes producciones de Jaén y Córdoba especialmente, ha ido diluyéndose a precios medios del entorno de los 2,50-2,60 en el último mes para los AOVE estándar. Y con diferentes muy escasas entre las cotizaciones de los virgen y los lampante de base 1º, que siguen por debajo de los dos euros aunque por encima de los precios medios de la campaña anterior.
Esta situación provocó que como media, los olivareros hayan recibido algunos céntimos por kilo de aceituna, uno 0,05, pero muy lejos de lo que esperaban. Unos han optado por el autoconsumo a maquila. Otros, resignados, por recoger de nuevo la aceituna como han hecho sus padres y sus abuelos. Y algunos otros -y lo preocupante es que van en aumento campaña tras campaña- han dejado sus olivos para que los pájaros se den un festín.
Artículo muy acertado
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