
Texto:
Victorino Vega
Técnico Especialista en Olivicultura del Centro IFAPA “Alameda del Obispo” (Córdoba)
En el último medio siglo, el olivar está en un continuo proceso de cambio. Hasta bien entrados los 70, el modelo productivo se sustentaba en un olivar tradicional caracterizado por amplios marcos de plantación y árboles con 3-4 troncos, cultivo de secano, con el laboreo como sistema de manejo del suelo y control de malas hierbas, escaso uso de fertilizantes, prácticas de recolección totalmente manuales y un reducido control de plagas y enfermedades.
El desarrollo de la “nueva olivicultura” en los ’80, basada en el empleo de mayores densidades de plantación (200-300 ol/ha), utilizando plantas de olivo procedentes de estaquillas semileñosas autoenraizadas bajo nebulización formadas a un solo tronco para así posibilitar su recolección mecanizada mediante vibradores de troncos, la introducción del riego, la generalización de la fertilización, el uso de nuevos sistemas de manejo del suelo mediante herbicidas y/o cubiertas vegetales y el manejo integrado de plagas y enfermedades, supuso un antes y un después en el mundo del olivar. Además, la entrada de España en la actual CE, en 1986, y la aplicación de las políticas agrarias con la percepción de las ayudas a la producción, representó igualmente un enorme apoyo para este sector y punto de partida para su gran transformación.
Mas tarde, a mediados de los ´90, surge otro modelo productivo en el olivar en el que el árbol pierde su individualidad para formar parte de una estructura lineal continua, conocido como “olivar en seto”, que hace posible la mecanización integral de recolección mediante máquinas cabalgantes.
Productividad
La intensificación del cultivo ha supuesto una mejora significativa de su productividad como resultado de un uso más eficiente de la radiación solar y el agua, principalmente, pero también ha supuesto un aumento del uso del agua, fertilizantes, herbicidas e insecticidas de síntesis y, en determinadas circunstancias, un deterioro medioambiental.
Esta breve descripción pone en evidencia la gran diversidad del olivar, que se traduce en resultados sobre todo económicos, pero también medioambientales, muy diferentes, que en ocasiones sitúan una buena parte de nuestra superficie olivarera en la marginalidad. Por ello, se hace imprescindible que a los criterios de sostenibilidad económica se le incorporen otros de sostenibilidad ambiental, social, etc.
El pacto verde europeo como herramienta de lucha contra el cambio climático contempla varias estrategias de especial interés para la producción olivarera: de la granja a la mesa y biodiversidad. En ellas se fijan, en el horizonte 2030, diversos objetivos encaminados a una reducción del 50% de plaguicidas químicos y las pérdidas de nutrientes en suelos sin deterioro de su calidad, lo que conllevará una reducción del 20% de fertilizantes y una reducción total de la contaminación de suelos por N y P. Se fija como objetivo, igualmente, que el 25% de la superficie agrícola se oriente a agricultura ecológica y el 10% de ella a paisajes de alta biodiversidad.
Biodiversidad
El sector olivarero ante el cumplimiento de los objetivos fijados en estas estrategias se encuentra en una posición privilegiada, si bien la intensificación del cultivo le ha llevado a una pérdida paulatina de biodiversidad (varietal, edáfica …). Sírvanos como ejemplo que tan sólo 3 variedades (arbequina, picual y hojiblanca) han representado más del 90% de la producción viverística andaluza en los últimos años y de éstas 3, ‘arbequina’ más del 50 %. Las variedades tradicionales son un legado de diversidad y juegan un papel fundamental para afrontar las incertidumbres climáticas, incorporar mecanismos de resistencia o tolerancia a plagas y enfermedades o la obtención de nuevas variedades. Además, estas variedades locales son soporte y una fuente de valor añadido para la mayoría de las 32 DOP de aceite de oliva con las que contamos en España en la actualidad.
El olivo se ha considerado tradicionalmente un cultivo de secano. Trabajos experimentales de campo han demostrado que es capaz de aumentar su producción de manera significativa cuando recibe aportaciones de agua. Aumentos medios de producción de aceite del 90-100% se han observado para aportes de 150 -250 mm, en el olivar tradicional e intensivo respectivamente, bajo condiciones edafoclimáticas de cultivo típicas de la provincia de Jaén, llegando esta cifra a ser entre 5 y 7 veces mayor que en el secano en los años muy secos. Este uso tan eficiente del agua puede aumentarse mediante la aplicación de estrategias de riego deficitario controlado, sobre todo cuando las disponibilidades son escasas, aprovechando la distinta sensibilidad estacional del olivo al estrés hídrico.
Esta excelente respuesta se ha traducido en un aumento de la superficie olivarera en riego en Andalucía del 800%, respecto a la existente a inicios de los años 90. El olivar ha demostrado ser un excelente cultivo para optimizar los recursos hídricos. La superficie regada de olivar representa cerca del 60% del total, pero consume sólo el 30 % de los recursos en Andalucía. Estas cifras tienen un gran valor si además consideramos que el olivar es un cultivo social.
Los excesos de riego y fertilización pueden tener un efecto negativo sobre la calidad reglamentada y el medio ambiente (contaminación de acuíferos, eutrofización de aguas superficiales, etc), si bien cuando la programación se hace con criterios técnicos contrastados estos efectos son mínimos. La introducción de estrategias de fertilización en base a biofertilizantes es una opción cada día más utilizada por los productores.
Erosión
La erosión del suelo es el principal problema medioambiental del olivar. La práctica del laboreo, sobre todo en los olivares en pendiente, tiene un efecto muy negativo, facilitando su pérdida por escorrentía cuando se producen eventos de lluvia. Los olivareros son muy conscientes de ello y cada vez más se generaliza el empleo de las cubiertas vegetales, ya sean espontáneas o sembradas. Son un método muy eficaz para reducir la erosión, mejorar los contenidos de materia orgánica y propiedades físico-químicas, aumentar la biodiversidad en los suelos de olivar, mejorar el control de plagas y enfermedades y mejorar la calidad estética del paisaje.
Sin embargo, todos estos beneficios pueden verse cuestionados por los olivareros cuando las cubiertas vivas no son manejadas correctamente y las mismas compiten, a partir de la salida del invierno, por el agua almacenada en suelo durante la época de lluvias, pudiendo llegar a reducir las producciones del olivar, especialmente en el de secano y con manejos de siega mecánica en cubiertas espontáneas “multiespecies”. Según la ESYRCE (2019), la superficie cultivada de olivar en España supera los 2,7 millones de hectáreas, siendo el laboreo mínimo y la cubierta vegetal espontánea las técnicas de manejo del suelo más utilizadas (39,99% y 27,86%). La incorporación de los restos de poda triturados a la superficie del terreno es también una práctica que reduce la erosión al evitar el impacto directo de las gotas de agua de lluvia sobre el suelo y mejora los contenidos de carbono orgánico y nutrientes en el suelo.
Los efluentes de la industria almazarera (alperujo y aguas de proceso y lavado) y las hojas y brotes procedentes de la limpieza de los frutos cada vez son más valorados pasando de considerarse residuos a subproductos con un alto valor económico y medioambiental. El compostaje del alperujo es una actividad cada vez más en auge en el sector.
Las posibilidades que nos ofrece la tecnología para poder conectar sensores a distintos dispositivos y equipos creando redes IoT, ha abierto el campo a la automatización de distintas operaciones en el olivar que se traducen en una optimización de los recursos, mejora de las producciones y reducción de costes. La olivicultura de precisión utiliza sensores que pueden ser fijos y estar situados en el suelo para mediciones de humedad, salinidad o nutrientes o en la planta para mediciones de flujos de savia, temperatura de copa, variaciones del diámetro del tronco o bien como integrantes de estaciones meteorológicas para estimar ETo, pluviometría o condiciones ambientales favorecedoras de plagas y enfermedades. Los sensores móviles, ya sean térmicos, ópticos o tipo LIDAR son igualmente empleados para evaluar contenido en nutrientes, estrés hídrico o arquitectura de los olivos. Cada vez está mas generalizado el empleo de drones o satélites equipados con cámaras térmicas y multi-hiperespectrales para conformación de índices de estrés hídrico (CWSI), delimitación de zonas homogéneas de cultivo (NDVI), valuación de niveles de enfermedad (Verticilosis) o su evolución temporal etc.
Una respuesta a “Nuevas tendencias en el olivar para ser más productivo y sostenible”