Las existencias finales de campaña podrían bajar de las 195.000 tn con 750.000 tn de exportación

Aunque aún queda el remate de las cifras de febrero para hacer la radiografía final de la producción de aceites de oliva en España, las estimaciones provisionales adelantadas por el Ministerio de Agricultura muestras a las claras los problemas que pueden existir en el mercado de no llegar una campaña 2023/2024 al menos media-alta, por encima de las 1,4 millones de toneladas. Con datos a mediados de febrero que suman las existencias iniciales, la producción estimada y unas importaciones del orden de 200.000 toneladas, el Ministerio sitúa el stock de enlace de campaña en las 194.500 toneladas.

Hay que tener en cuenta la ralentización de las ventas en el mercado nacional y también la sensible rebaja en las expectativas de las exportaciones, que se situarían en el entorno de las 750.000 toneladas. Muy por debajo del millón de toneladas en el que el sector exportador de aceites de oliva española había conseguido consolidarse en los últimos años.

Para hacerse una idea de lo que supondría para el sector finalizar la campaña actual con unas existencias finales de 194.500 toneladas, habría que recordar los datos de la anterior campaña 2021/2022 cuando finalizaron con 454.500 toneladas de existencias y la anterior, la 2020/2021, cuando acabaron con 423.600. Prácticamente todas las campañas de la última década han finalizado con existencias del entorno de las 400.000 toneladas, que a los ritmos de salidas habituales últimamente aseguraban más de tres meses de funcionamiento del mercado.

Hay que tener en cuenta que los recursos disponibles en la actual campaña, con las previsiones de cosecha ya casi realidad, se situarían en 1,33 millones de toneladas, sumando importaciones y stock inicial. Mientras que en la campaña anterior, la 2021/2022, estos recursos iniciales fueron de 2,12 millones de toneladas, y en la anterior, la 2022/2021, de 2,06 millones de toneladas. Una diferencia de más de 700.000 toneladas a la baja que la acabará pagando el consumo interior -vía mayores precios- y la exportación.

De ahí que el avance climatológico del año, especialmente con las lluvias de primavera, pero también con un cuajado correcto de la aceituna, vayan a ser capitales para el sector oleícola en su conjunto y evitar situaciones excepcionales y de pánico. Con el mes de enero y febrero con pocas precipitaciones, habrá que esperar a las lluvias de primavera para ver cómo recupera el olivar el estrés del pasado verano pese a las lluvias de diciembre.


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