La subida del precio en origen y venta al público de los aceites de oliva parecen ocultar otros aspectos que también explicarían su bajada del consumo en el mercado nacional. Y entre ellos figura que como le ha ocurrido a otros productos agroalimentarios le cuesta enganchar al consumidor joven. Más habituados a los nuevos hábitos de consumo alejados de la cocina tradicional mediterránea y más cercano a la cocina precocinada y la comida rápida. Menos guisos y ollas y más Yaketomos y pizzas.
El caso es que el aceite de oliva no está logrando conectar con el consumidor más joven como así lo atestiguan los datos. Tampoco ayuda la renta media de los trabajadores más jóvenes en España, con más tendencia al gasto en ocio y viajes que al consumo alimentario, por ejemplo.
Según el último informe sobre el consumo alimentario de Mercasa, los menores de 35 años tienen un consumo de aceite de oliva un 55% menor que la media de los españoles. Mientras que el consumo en los mayores de 65 años es hasta un 78% superior a la media.
Además, el informe muestra como los matrimonios con hijos menores tienen un consumo de un 52% menor, y los jóvenes independientes de un 35% menor a la media. Datos que muestran que el consumo de aceites de oliva se esté envejeciendo en España y no logra conectar lo suficiente con un cliente más joven, pese a que estos últimos en teoría deberían estar mejor informados.
Otro de los aspectos que se tienen menos en cuenta a la hora de analizar el menor consumo de aceites de oliva entre la clientela joven es el perfil de una buena parte de las grandes cadenas de franquicias de restauración. En ellas, frente a la imagen del tradicional bar o restaurante de barrio y menú barato, abundan los platos precocinados, la plancha y el horno, los bocadillos fríos frente a los fritos.
Los tiempos cambian. Y el aceite de oliva haría bien en cambiar con ellos.