El mayor uso en la cocina de los alimentos a la plancha, al vapor y al horno ha menguado sensiblemente el consumo en volumen de aceites de oliva en muchos hogares españoles. España ha dejado de ser un país solo de fritos, una de las señas de identidad de buena parte de su gastronomía. Ahora, las nuevas modas tecnológicas que llegan a los hogares suponen una nueva amenaza para el consumo de aceites.
La moda de las freidoras sin aceite o AirFryer, comienzan a despuntar, sobre todo por su precios –desde 35 hasta 170 euros de media– y por su reclamo para un determinado público como el femenino para ayudar a cuidad la línea. Sus fabricantes destacan sobre todo que con su uso se reduce hasta un 85% la grasa de los alimentos.
Su tecnología es relativamente sencilla y aseguran realizar la “fritura” de los alimentos a través de un sistema de circulación de aire caliente, tratándose de algo así como un pequeño horno en miniatura. Algunos de sus fabricantes, entre los que se encuentran potentes multinacionales de pequeños electrodoméstico, aconsejan el uso de una cucharada de aceite para que los alimentos queden con un mejor toque final.
Otro de los elementos que destacan sus fabricantes es que permiten la elaboración de gran variedad de alimentos, desde verduras hasta carnes o pescados.
Según su tamaño, admiten cubetas para introducir allí los alimentos desde 1 hasta 5 litros de capacidad. Estas últimas tendrían capacidad para cinco o seis raciones. Su consumo eléctrico es más alto que las freidoras de aceite y más lentas en la preparación de los alimentos. La potencia de los modelos más pequeños es de unos 900 vatios. Normalmente, su temperatura se puede regular con un termostato entre los 80 y los 200 gramos, y el tiempo a través de un temporizador de hasta 30 minutos.
Lo que hay que tener realmente en cuenta es que los productos elaborados con estos aparatos no quedan realmente fritos, y su textura final no es igual a la que se pudiera conseguir con un aceite de oliva virgen extra o aceite de oliva u orujo de oliva. Ni en su gusto ni en el crujiente.
Comparar una grasa saludable como el aceite de oliva virgen extra, con sus numerosos avales científicos sobre sus virtudes saludables, y sus grandes atributos gastronómicos como mejorante de cualquier alimento con aire caliente dista a años luz. Lo que va de una simple moda tecnológica quizás pasajera a una cultura con miles de años de historia.